En Isla Margarita, a las afueras de la capital, Porlamar, se alza la prisión de San Antonio. Desde fuera, parece una -puerta cerrada por guardias y -valla vigilada por francotiradores-, como cualquier prisión normal de Venezuela. Las apariencias engañan. Una vez que se atraviesa la verja, no hay rastro de lo que normalmente se encuentra en una prisión. En este pequeño paraíso, más de 2.000 presos viven como dioses. Guardias que no se ven, desde la puerta mandan los presos. Dirigidos por "Teófilo Rodríguez" alias "El Conejo", un antiguo narcotraficante. Los fines de semana, la puerta está abierta y los forasteros (familiares, amigos y visitantes) son bienvenidos para visitar a la gente o utilizar la piscina, la discoteca u otras instalaciones que ofrece la prisión. El gobierno reconoce el problema, pero lucha por su posición dentro del sistema penitenciario. La corrupción no les ayuda a conseguir su objetivo en este ámbito. A modo de ejemplo, sólo el 2,5% de los que completan estudios subvencionados para trabajar en prisiones trabajan realmente en ellas. El 97,5%.... restante suele encontrar trabajo en el sector privado o en el circuito criminal. San Antonio no es una excepción entre