Es junio de 2024 y Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, se enfrenta una vez más a un punto de inflexión. Enfrentado a una aplastante combinación de crisis políticas, humanitarias y de seguridad, el país parece tambalearse una vez más al borde del colapso. Mientras la violencia de las bandas se recrudece, la pregunta sigue siendo si volverá a encontrar la paz.
Las bandas ocupan cada vez más el vacío de poder y se calcula que controlan alrededor del 80% de la capital del país infestado. Aunque la ONU acordó previamente una misión multinacional de seguridad dirigida por Kenia en 2023, hasta ahora no se ha materializado debido a obstáculos legales y dificultades financieras. Como resultado, el vacío de poder sigue sin disminuir, para disgusto de la población.
El asesinato del Presidente Jovenel Moïse en 2021 ha agravado la crisis constitucional de Haití. El Parlamento ya no funciona y el sistema judicial se enfrenta a enormes problemas. A finales del mes pasado, el consejo de transición eligió a Garry Conille como nuevo primer ministro, que llegó a Haití este fin de semana. ¿Podrá Conille restablecer el orden y poner fin al caos que se apodera del país?
Una nación en declive
Los problemas de Haití no son nuevos. Durante décadas, el país ha luchado contra la pobreza, la corrupción y la inestabilidad. Pero en los últimos años, los retos han alcanzado niveles críticos. El asesinato del Presidente Moïse desencadenó una nueva ola de violencia y anarquía. Las bandas se hicieron con el control de amplias zonas de la capital, Puerto Príncipe, y sus alrededores. Violaciones, secuestros y asesinatos se convirtieron en sucesos cotidianos que sembraron el miedo entre la población.
Antecedentes históricos de las bandas
Los orígenes de los grupos armados en Haití se remontan a la década de 1950, cuando la dictadura de François Duvalier creó el grupo paramilitar Tonton Macoute para reprimir a los disidentes. Tras la caída de la dictadura de Duvalier en 1986, el Tonton Macoute se disolvió oficialmente pero nunca se desarmó. Sus miembros se reorganizaron como vigilantes y siguieron desempeñando un papel en la violencia política del país.
En 1994, el Presidente Jean-Bertrand Aristide disolvió el ejército haitiano y prohibió los grupos armados pro-Duvalier. Sin embargo, esto no supuso el fin de la violencia, ya que ex soldados y milicianos se unieron a facciones militantes informales. Durante la década de 1990 y principios de la de 2000, surgieron grupos de jóvenes, conocidos como chimères, que recibieron el apoyo de la policía y el gobierno para consolidar el poder de Aristide. Estos grupos tomaron el control de barrios enteros y se hicieron cada vez más independientes.
Evolución de las bandas
Tras el devastador terremoto de 2010, los grupos juveniles cobraron aún más fuerza. El terremoto provocó fugas masivas de las cárceles, lo que reforzó las filas de las bandas. Bajo el mandato del presidente Michel Martelly (2011-2016), se protegió a los políticos acusados de delitos, lo que reforzó aún más la cultura de anarquía y violencia.
Se calcula que en 2022 operaban en Haití unas 200 bandas, la mitad de ellas en la capital, Puerto Príncipe. Una de las bandas más influyentes es la "alianza G9", dirigida por el ex policía Jimmy Chérizier, también conocido como Barbecue. Esta alianza controla amplias zonas de la capital y se ha posicionado como una organización revolucionaria.
Jimmy "Barbacoa" Chérizier
Jimmy Chérizier, más conocido por su apodo "Barbacoa", es un antiguo agente de policía que se ha convertido en uno de los líderes de bandas más influyentes y temidos de Haití. Su vida dio un giro drástico cuando decidió tomarse la justicia por su mano y unirse al mundo de las bandas y el crimen organizado.
Como líder de la "alianza G9", una coalición de nueve bandas, Chérizier ha adquirido un poder considerable en la capital, Puerto Príncipe. Su alianza controla amplias zonas de la ciudad, donde a menudo lleva la voz cantante y ofrece a la población local tanto protección como miedo. Chérizier justifica sus acciones alegando que lucha contra la corrupción y la desigualdad generalizadas que asolan Haití. Se presenta a sí mismo y a su alianza como una organización revolucionaria que defiende los derechos de los pobres y marginados.
Sin embargo, su reivindicación de noble luchador se ve ensombrecida por las numerosas acusaciones de delitos que pesan sobre él, incluido el asesinato. A pesar de estas graves acusaciones, Chérizier sigue siendo una figura poderosa e influyente en los bajos fondos y la política de Haití. Mientras Haití siga luchando contra la violencia de las bandas y la inestabilidad política, el papel de Jimmy "Barbecue" Chérizier seguirá siendo sin duda un importante tema de debate y controversia. Su historia ilustra la compleja y a menudo violenta realidad de la vida en un país asolado por la pobreza, la corrupción y el abuso de poder.
La situación actual
La situación actual en Haití es grave. Desde finales de febrero de 2024, la capital, Puerto Príncipe, está sumida en un estado de anarquía violenta. Las bandas han llegado no sólo a los barrios más pobres, sino también a las partes de la ciudad que antes eran relativamente seguras y prósperas. Los habitantes de barrios como Pétionville, Laboule y Thomassin han huido de la violencia.
Las bandas han atacado infraestructuras clave, como el suministro eléctrico, dejando partes de la ciudad sin energía. El aeropuerto y el puerto de Puerto Príncipe llevan mucho tiempo cerrados y siguen sin funcionar con normalidad, lo que ha provocado escasez de alimentos y ayuda médica. La ONU calcula que la mitad de la población de Haití, unos 11 millones de personas, pasan hambre en la actualidad.
Mientras el pueblo haitiano sufre la violencia de las bandas, los líderes políticos luchan por encontrar una solución. El Primer Ministro Ariel Henry, que asumió el cargo tras el asesinato de Moïse, no consiguió restablecer la seguridad. Dimitió en marzo de 2024 ante la presión y la incapacidad de controlar el caos y la violencia en el país. En un mensaje de vídeo, afirmó que el país necesitaba paz y estabilidad.
Una nueva esperanza
En estos tiempos oscuros, el nombramiento de Garry Conille como nuevo primer ministro ofrece un rayo de esperanza. Conille, antiguo funcionario de la ONU, tiene experiencia en Haití. Anteriormente, de octubre de 2011 a mayo de 2012, fue primer ministro de Haití bajo el mandato del entonces presidente Michel Martelly y fue jefe de gabinete de Bill Clinton en su función de enviado especial de la ONU a Haití. Conille era director regional de UNICEF para América Latina y el Caribe desde enero de 2023. "Juntos trabajaremos por un futuro mejor para todos los niños de nuestra nación", escribió Conille en X como respuesta inicial a su nombramiento. Conille fue nombrado Primer Ministro por el Consejo de Transición de Haití el 29 de mayo; llegó a Haití el 1 de junio.
Misión de seguridad de la ONU
Parte de la clave del éxito tendrá que ser el apoyo internacional. En octubre de 2023, el Consejo de Seguridad de la ONU ya había aprobado el despliegue de una misión multinacional de seguridad (MSS) dirigida por Kenia. Pero los obstáculos políticos y legales retrasaron la implementación; por ejemplo, en enero de 2024, un tribunal keniano dictaminó que era inconstitucional enviar agentes de policía kenianos a Haití. Esta sentencia está siendo impugnada, pero sigue causando retrasos. Además, la misión se enfrenta a problemas financieros, ya que el Fondo Fiduciario de la ONU sólo ha recibido $21 millones de los $600 millones necesarios. Kenia también quería que se le pagara por adelantado, pero las normas de la ONU establecen que sólo se puede pagar a plazos. La misión también se enfrenta a varios retos operativos, como el fuerte armamento de las bandas haitianas (y su escasez en el lado keniano), el riesgo de víctimas civiles en los combates urbanos y la posible corrupción en el seno de la policía haitiana. A pesar de estos retos, Kenia sigue decidida a liderar la misión, con el apoyo adicional de Estados Unidos.
Una batalla en múltiples frentes
Mientras las tropas keniatas se preparan para su misión, la violencia de las bandas no hizo más que aumentar en Haití el año pasado. Las bandas, que ya se habían unido y firmado "entre ellas un pacto de no agresión" , lanzaron ataques coordinados contra edificios gubernamentales e infraestructuras. La policía haitiana, escasa de personal y mal equipada, poco pudo hacer. Se calcula que hoy en día casi 80% de la capital haitiana está en manos de las bandas.
Futuro incierto
A medida que Haití se adentra en el verano de 2024, el futuro sigue siendo incierto. Aún no está claro si las tropas keniatas llegarán y cuándo, ni si serán capaces de hacer frente a las bandas. Hay grandes incertidumbres a la hora de romper el ciclo de violencia y pobreza. No será fácil, y el éxito no está en absoluto garantizado. La situación humanitaria también sigue siendo precaria, con un alto riesgo de enfermedades y hambruna.
Pero por primera vez desde la toma del vacío de poder por las bandas, parece haber un posible camino a seguir para este atribulado país. Los próximos meses serán cruciales. Mientras muchos de los ojos del mundo no están puestos en Haití, sino sobre todo en Ucrania/Rusia e Israel/Palestina, la esperanza puede ser lo único que le quede al pueblo haitiano. Esperanza de un futuro mejor, esperanza de paz, esperanza de un nuevo comienzo para Haití.